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Los antiguos pueblos celtas vestían sus árboles en invierno (cuando perdían hojas) para que los espíritus buenos que en ellos habitaban regresaran pronto. Los adornos más comunes eran manzanas o piedras pintadas. Se dice que éste fue el origen de los adornos.
En los países nórdicos era considerado como el árbol del nacimiento (triunfo, y nacimiento de la luz contra la oscuridad) debido a que durante estos inviernos fríos y cubiertos de nieve era el único árbol que realmente resurgía por encima de todos en altura, verdor y euforia.
Los antiguos germanos creían que el mundo y todos los astros estaban sostenidos pendiendo de las ramas de un árbol gigantesco llamado el "divino Idrasil" o el "dios Odín". A este Dios se le rendía culto cada año, durante el solsticio de invierno, cuando para ellos, se renovaba la vida. La celebración de ese día consistía en adornar un árbol de encino con antorchas que representaban a las estrellas, la luna y el sol. En torno a este árbol bailaban y cantaban adorando a su divinidad.
Ahí tenemos probablemente el más remoto origen de las luces del Árbol de Navidad.
Cuenta la leyenda que San Bonifacio, evangelizador de Alemania, derribó el árbol que representaba al dios Odín y en el mismo lugar plantó un pino, símbolo del amor perenne de Dios. Lo adornó con manzanas y velas, dándole un simbolismo cristiano. Las manzanas representaban las tentaciones, el pecado original y los pecados de los hombres; las velas representaban a Cristo, la luz del mundo y la gracia que reciben los hombres que aceptan a Jesús como Salvador.
A lo largo del siglo XIX se extendió esta costumbre por toda Europa, empezando por Austria, Gran Bretaña y Francia. Y continuó su expansión alcanzando a España ya en el siglo XX, teniendo que competir contra las tradiciones belenistas, aunque en la actualidad vivan los dos en armonía.
Poco a poco, la tradición fue evolucionando: se cambiaron las manzanas por esferas y las velas, por focos que representan la alegría y la luz que Jesucristo trajo al mundo.
Se acostumbra poner una estrella en la punta del árbol que desde la simbologia cristinana, representa la fe que debe guiar nuestras vidas.
También, se suelen poner adornos de diversas figuras en el árbol de Navidad. Éstos representan las buenas acciones y sacrificios, los "regalos" que le daremos a Jesús en la Navidad.
Las bolas de cristal se incorporaron alrededor del año 1750 en Bohemia. La costumbre del árbol se extendió por Europa y América durante el siglo XIX.
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